jueves, 4 de diciembre de 2025

LA CGT: EL GREMIALISMO QUE APRENDIÓ A DECIR "SÍ, SEÑOR" CON CARA DE ENFADO

| ★ POLÍTICA |

(★) Argentina.- La Confederación General del Trabajo sigue su transformación de central combativa a bufete de abogados del ajuste, mientras el gobierno le sirve migajas y Massa les pide que jueguen al "disimulo institucional".

La CGT rechazó el aumento del salario mínimo vital y móvil calificándolo de "desconectado de la realidad", en lo que parece ser el nuevo ritual de la dirigencia gremial: hacer cara de enojados mientras aceptan los platos rotos del ajuste. El gobierno fijó un SMVM (Salario Mínimo Vital y Móvil) que la propia central obrera considera miserable, pero como buen alumno aplicado del neoliberalismo, no anticipó medidas de fuerza. Sólo advirtió, con esa retórica vacía que ya conocemos, que el laudo oficial "consolida el deterioro salarial". ¿Y qué piensan hacer al respecto? Nada. Absolutamente nada.
Mientras tanto, en la trastienda del poder, Sergio Massa -ese peronista que parece haber encontrado su verdadera vocación como gerente de relaciones públicas del ajuste- les planteó a los dirigentes de la CGT en una cena reservada que "discutan la reforma laboral y no la rechacen". El mensaje es claro: hagan como que debaten, hagan como que resisten, pero al final del día, acomódense. Es la vieja táctica del peronismo complaciente: convertir la negociación en una puesta en escena donde todos saben el guión final.
Pero aquí viene lo más tragicómico: la CGT, en un alarde de "endurecimiento" que huele a teatro barato, espera el texto final del gobierno sobre la reforma laboral. Sí, leyeron bien. La central que alguna vez paralizó el país ahora espera pacientemente que el gobierno le entregue el paquete completo de flexibilización para, supuestamente, analizarlo. Mientras tanto, ya le acercaron al gobierno una propuesta de régimen laboral especial más flexible para menores de 30 años. ¿Endurecimiento? Más bien parece que están compitiendo por ver quién le hace mejor la tarea al Ministerio de Economía.
El panorama es desolador: un gobierno que impone aumentos miserables, una oposición peronista que actúa como lobby del ajuste, y una CGT que se ha convertido en la apología viviente de la derrota gremial. Rechazan con palabras lo que aceptan con hechos, protestan en los comunicados mientras negocian por lo bajo, y endurecen posturas que ya estaban blandas como gelatina.
En este circo de la política argentina, los trabajadores son el público que paga entrada para ver cómo les roban el sueldo. La CGT, en su nuevo rol de bufete jurídico del neoliberalismo, sólo se preocupa por mantener las formas mientras el poder adquisitivo se desvanece. Y Massa, ese operador nato, les enseña el truco final: si no pueden ganar, al menos hagan como que pelean. El problema es resolver si: ¿los trabajadores se comen el cuento?.