| ★ ARGENTINA |
(★).-El circo automovilístico como máquina de alienación que crea falsos héroes para ocultar la explotación estructural.
La participación de Franco Colapinto en el Gran Premio de Brasil revela la esencia alienante de la Fórmula 1 como deporte burgués. Este espectáculo motorizado representa la mercantilización extrema del movimiento humano: trabajadores proletarios construyen máquinas que solo pilotos millonarios pueden conducir, mientras las masas consumen pasivamente su propia marginación. Cada carrera es un monumento al derroche energético en un planeta que sufre la crisis climática acelerada por el consumo capitalista.
El análisis estructural desenmascara la función social de estos "ídolos de barro". Mientras Colapinto compite en Interlagos, los recursos destinados a su monoplaza podrían financiar sistemas de transporte público para comunidades enteras. La tecnología desarrollada para estos autos nunca beneficia al pueblo trabajador, sino que refuerza la lógica individualista del automóvil privado. Los circuitos son espacios vedados donde la burguesía internacional celebra su poder mientras la clase obrera solo accede como espectadora alienada.
El impacto en los sectores populares es doblemente perverso. Se nos vende la ilusión de que pilotos como Colapinto representan el "éxito nacional", ocultando que su acceso está determinado por el origen de clase, no por el talento. Mientras un piloto gana millones por dar vueltas, trabajadores y trabajadoras luchan por salarios que no alcanzan para cubrir necesidades básicas. Esta falsa meritocracia naturaliza valores burgueses como la competencia despiadada y el consumo conspicuo.
Solo desmantelando la industria del entretenimiento burgués podremos construir una cultura deportiva emancipadora donde el movimiento sea derecho universal, no privilegio de elite. La lucha de clases también se libra desenmascarando a los ídolos que el capitalismo fabrica para dividir al pueblo trabajador.
