| ★ CULTURA |
(★) Cuba.- El Festival de Teatro de La Habana invita a pensar lo humano desde la emoción y el reconocimiento
Con un clásico innegable, La casa de Bernarda Alba, abrió sus puertas, el sábado último, la 21 edición del Festival de Teatro de La Habana. Tras los 90 minutos de la adaptación propuesta por la influyente compañía brasileña Os Satyros, quedaron varias certezas: Federico García Lorca jamás será un autor agotado; el teatro bien hecho, el sentido, sobrepasa al instante las distancias culturales; y no hay como el arte de las tablas para unir emociones y significados en una experiencia tan colectiva como individual.
Durante tres noches, Os Satyros presentó la obra en la sala Covarrubias, del Teatro Nacional de Cuba, en tres versiones distintas: en la primera, las mujeres representaron a los personajes de Lorca, y los hombres interpretaron el coro; en la segunda se intercambiaron; y en la tercera ocasión, el público estaría a cargo de elegir. Así lo explicó el director de la agrupación, Rodolfo García Vázquez, quien celebró la sala llena, lo que implica que hay personas que «quieren ver teatro y eso es maravilloso». Minutos antes, la directora cubana Agnieszka Hernández había leído las palabras de inauguración, escritas por la teatrista Roxana Pineda, en las que se encomiaba la trayectoria del Festival –espacio para maestros relevantes y activos de la escena mundial–, y se afirmaba que «en un mundo de velocidades, el teatro es también la pausa».
Hacemos teatro y hacemos también la vida –enfatizaba el discurso–, porque «el arte es también nuestro país», y tiene que ser vida desde el arte; por eso, quienes lo hacen deben saber «cómo amaneció hoy el mundo». Y, justamente, esta adaptación de La casa…, por Ivam Cabral, se engarza con el llamado del evento a mirar la realidad de frente, y dar voz a los silenciados. No es sólo la fuerza de las actuaciones, del vestuario, la iluminación y la escenografía, o de la banda sonora –todos acápites en los que la puesta es magistral–, sino los símbolos y mensajes que acompañan al grito central: «Nacer mujer es el mayor castigo». En la casa cerrada están el deseo, la opresión, el poder y la lucha. El sojuzgamiento que ejerce la madre no es una elección personal, sino el natural cauce a las normas de una sociedad que juzga y constriñe, y violenta. La relectura de Lorca que Os Satyros ha traído a La Habana en nada lo traiciona, sino que nos lo muestra vivo en las esencias injustas de una realidad que pareciera haber cambiado, pero no; ellos lo demuestran.
Ha sido un inicio sólido para el Festival, que continuará hasta el 16 de noviembre, y en el que participan agrupaciones de la capital, Artemisa, Matanzas, Pinar del Río y Granma; y compañías de Suiza, Ecuador, Brasil, Argentina, República Dominicana y Chile. Según ha informado el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la muestra central reúne obras seleccionadas mediante el proceso curatorial, tras la convocatoria pública; a las cuales se suman propuestas escénicas en instituciones culturales y espacios comunitarios. El programa incluye, asimismo, exposiciones en el Centro Cultural Bertolt Brecht, un programa teórico, con conferencias y paneles, que promueven el pensamiento crítico sobre las prácticas escénicas contemporáneas y el Encuentro Internacional de Artes Escénicas para Adolescentes. Dedicado al centenario de Raquel Revuelta, el evento ofrece funciones en sedes y espacios escénicos de Centro Habana, Habana Vieja, Diez de Octubre y Plaza de la Revolución.
¿El arte puede ser refugio cuando el mundo se desmorona?
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