| ★ POLÍTICA | REPRESIÓN |
(★) Argentina.- Cuando el banco llama a la policía para silenciar denuncias de maltrato laboral, la represión se vuelve servicio financiero.
La mañana del viernes en Concepción, Tucumán, desplegó una coreografía perfecta del poder: escudos policiales avanzando sobre cuerpos de trabajadores bancarios que osaron reunirse frente a la sucursal del Banco Patagonia para acompañar denuncias de hostigamiento laboral. Mientras el gremio habla de "provocación brutal y cobarde", las imágenes muestran a Infantería golpeando a delegados del Banco Nación, Banco Macro y de la propia entidad, en una escena que desmonta la fachada de diálogo institucional para revelar el músculo represivo que sostiene las relaciones laborales en el sector financiero del interior. La secretaria general de La Bancaria Tucumán, Cecilia Sánchez Blas, estuvo entre las y los agredidos, un dato que expone cómo la violencia se dirige específicamente contra la organización sindical —la única trinchera que queda frente a la degradación sistemática de condiciones de trabajo.
Los trabajadores denunciaban a la gerente María José Mansilla por presunto maltrato, hostigamiento y amenazas. Casi la totalidad del personal de la sucursal había reportado un clima laboral de persecución. En lugar de respuestas institucionales, llegó la policía. El sindicato declaró estado de alerta. Exigió garantías de integridad física. Las fuentes gremiales insisten: no hubo incidentes previos. La intervención fue desmedida, deliberada.
¿Qué protegen los escudos de Infantería frente a un banco? No el orden público, sino el orden del capital. La disciplina laboral que se impone con golpes cuando las palabras de los trabajadores incomodan. La represión como herramienta de gestión en un sector que acumula ganancias récord mientras sus empleados son golpeados por reclamar dignidad. Y la pregunta queda flotando, incómoda: ¿cuántas sucursales más tienen el número de la comisaría en la agenda gerencial?