miércoles, 3 de diciembre de 2025

LA IGLESIA EVANGÉLICA: DEL TERRITORIO COMUNITARIO AL PODER POLÍTICO CONSERVADOR

| ★ POLÍTICA |

(★) Chile.- La expansión evangélica en Chile no es sólo un fenómeno religioso, sino la historia de cómo una fe marginal se transformó en poder político aprovechando las grietas del modelo neoliberal.

La relación entre el mundo evangélico y el poder tiene raíces profundas. En 1973, cuando la Iglesia Católica liderada por el arzobispo Raúl Silva Henríquez negó su apoyo a la dictadura, sectores evangélicos fundamentalistas llenaron ese vacío. El 14 de diciembre de ese año, 32 obispos firmaron una carta de adhesión al régimen en el edificio Diego Portales. Pero esta alianza no fue unánime: mientras algunos pastores se plegaban a Pinochet, otros como el obispo luterano Helmut Frenz denunciaban las violaciones a los derechos humanos, pagando con el exilio su compromiso ético.

La explosión evangélica en barrios populares responde a una ecuación política: a mayor retirada del Estado, mayor presencia de iglesias. Como señala la académica María Olivia Mönckeberg, en regiones como el Biobío -antes fuertemente industrializadas y sindicalizadas- la desindustrialización dejó un vacío que las iglesias ocuparon. Donde antes había fábricas y organización obrera, hoy hay templos. El Ministerio de Justicia registra 7.167 entidades religiosas, estimándose que el 80% son evangélicas.
Lo paradójico es que históricamente muchas iglesias evangélicas tenían vínculos con sectores progresistas. Según el estudioso Esteban Quiroz, "estaban con los liberales, con los radicales, con los socialistas". El cambio llegó cuando la izquierda adoptó las demandas de derechos sexuales y reproductivos. Sin una izquierda conservadora en este sentido, los evangélicos encontraron refugio en la ultraderecha.
Hoy, figuras como José Antonio Kast cultivan abiertamente este voto. El Partido Social Cristiano, surgido de las Águilas de Jesús -movimiento que nació en la Universidad de Concepción, la misma cuna del MIR- hoy tiene un senador, cuatro diputados y alcaldes. Su líder, Héctor Muñoz, pasó de presidir la federación estudiantil a pastorear un partido que apoya a Kast.

Sería un error ver al mundo evangélico como homogéneo. Mientras algunos pastores instrumentalizan políticamente sus púlpitos, otros mantienen distancia. Como señala Daniel Letelier, orador pentecostal: "la política debería estar fuera del templo". Y hay casos como Joel Olmos, alcalde de La Cisterna que se define como "evangélico de izquierdas" y apoya a Jeannette Jara.
La verdadera disputa no es espiritual sino política: entre una fe que puede ser espacio de comunidad y resistencia en territorios abandonados, y una que se convierte en herramienta de proyectos conservadores. En un Chile que dejó de creer en las instituciones, las iglesias ofrecen lo que el neoliberalismo destruyó: pertenencia. El desafío es que esa red comunitaria no termine sirviendo a quienes profundizaron la desigualdad que hoy pretenden sanar.