| ★ SALUD |
(★) Argentina.- Cuando el Estado se retira, las epidemias regresan —y los más pobres pagan con sus cuerpos.
La alerta epidemiológica que recorre el continente —desde La Plata hasta Uruguay, pasando por las advertencias de infectólogos reunidos en el XXI Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica— no es un fenómeno natural ni un capricho del azar microbiano, sino la consecuencia directa y previsible del desmantelamiento sistemático de las políticas públicas de salud, de la caída estrepitosa en las tasas de vacunación que ha dejado a millones de niños latinoamericanos sin protección básica contra enfermedades que creíamos controladas, como el sarampión, la poliomielitis, la pertussis y la difteria, en un contexto donde proliferan sectores antivacunas con cierta aquiescencia o mirada para el costado del gobierno nacional. El caso importado en La Plata, vinculado a un viaje desde el norte, y los contagios en Uruguay de personas no vacunadas que viajaron a Bolivia, son apenas la punta del iceberg de una crisis sanitaria que expone las profundas desigualdades territoriales y de acceso, donde la movilidad de unos pocos pone en riesgo la salud colectiva de muchos, revelando la falacia de un sistema que responsabiliza al individuo mientras desfinancia la red que debería contenerlo.
Uruguay perdió su estatus libre de sarampión desde 1999. Ahora detectó casos en San Javier, Río Negro. El 30% de los enfermos presenta complicaciones. Una de cada mil muere. En Argentina, ya son 688 casos de coqueluche en 20 jurisdicciones, con 7 bebés fallecidos —muertes evitables con vacunación. Entre 2019 y 2021, 6.8 millones de niños en América Latina no recibieron vacunación sistemática. La cobertura de la primera dosis de DTP se estancó en 89%, dejando a 1.5 millones de niños sin protección en 2024. El virus del sarampión, con solo toser, puede contagiar a 16 personas y permanece en el ambiente tres horas.
Mientras Chile y Paraguay implementan con éxito estrategias de inmunización universal contra el Virus Sincicial Respiratorio —logrando coberturas del 96% y 94%, y ahorrando millones—, en Argentina desaparecieron las campañas públicas y se desmantelaron los equipos territoriales. El gobierno nacional omite a provincias como Buenos Aires y Formosa en sus comunicados, mientras estas reclaman por el desabastecimiento y defienden el calendario de vacunación como política de Estado. La solución no es solo más ciencia, sino más comunidad. ¿Hasta cuándo seguiremos sacrificando vidas en el altar del ajuste?