| ★ POLÍTICA |
(★) Argentina.- La retórica burguesa señala dictaduras ajenas y en casa se consolida un régimen represivo que pocos se animan a nombrar.
La hipocresía política argentina alcanza niveles obscenos cuando se lanzan acusaciones de "régimen" contra otros países mientras desde el poder se monta un andamiaje represivo doméstico que criminaliza la protesta social de punta a punta del territorio. El Estado despliega su maquinaria judicial y policial para perseguir a quienes osan levantar la voz contra el extractivismo y las políticas de ajuste. La denuncia presentada ante la Organización Internacional del Trabajo por la criminalización sistemática ejecutada por las administraciones de Milei y Llaryora no es un dato menor: expone ante organismos internacionales lo que la prensa hegemónica local se empeña en ocultar.
Lo que tenemos es un régimen de facto que opera bajo el ropaje democrático, utilizando herramientas legales para ilegalizar la disidencia. La protesta ambiental, las demandas laborales, el reclamo por derechos básicos son tratados como actos delictivos. Los grandes medios construyen y refuerzan estas narrativas que naturalizan la represión y estigmatizan a los movimientos sociales.
Este doble discurso -denunciar "dictaduras" lejanas cuando lo real es que se consolida una en casa- revela la verdadera naturaleza del poder actual. No se trata de democracia sino de un régimen autoritario que usa las instituciones para proteger intereses corporativos y castigar la resistencia popular. La solidaridad internacional expone lo que la complicidad local pretende esconder: Argentina vive bajo un sistema que, aunque no se llame dictadura, actúa con la misma lógica represiva contra su propio pueblo.
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