| ★ APOLÍTICA | NO AL EXTRACTIVISMO |
(★) Argentina.- Mientras el gobierno nacional y las petroleras prometen desarrollo, comunidades costeras resisten la transformación de un ecosistema único en un enclave de exportación fósil.
La historia se repite en la Patagonia argentina con un guion conocido: promesas de empleo a cambio de territorios sacrificados. El Golfo San Matías, ese espacio marítimo que alberga ballenas francas australes, pingüineras únicas y cinco generaciones de pescadores artesanales, está siendo sistemáticamente despojado de sus protecciones ambientales para convertirse en el nuevo puerto de salida de Vaca Muerta. La derogación en 2022 de la Ley 3308 -que protegía estas aguas desde 1999- abrió las puertas a un oleoducto de 400 kilómetros, un puerto petrolero en Punta Colorada y dos buques de gas natural licuado que anclarán frente a Las Grutas.
Lo que las empresas venden como "vacío acuoso ideal" es en realidad un ecosistema complejo donde conviven flamencos, lobos marinos y comunidades mapuche que por siglos han vivido de la pesca artesanal. Héctor Molina, pulpero de San Antonio Oeste que aprendió el oficio a los 8 años, resume la resistencia: "Nadie nos escucha". Su familia extrae pulpito tehuelche justo donde se instalarán los barcos que congelarán gas a -161 grados, devolviendo el agua al mar siete grados más caliente y amenazando la vida larval de toda la región.
La estrategia comunicacional es tan contaminante como los proyectos mismos. Una investigación revela cómo YPF destinó más de 53.000 millones de pesos a publicidad en 2025 -un aumento del 60%- mientras mantiene silencio estratégico sobre los impactos ambientales. Paralelamente, surgieron una docena de medios digitales fantasma -como Tiempos Australes, Pulso Sur y Agarrá la Pala Río Negro- que invirtieron entre 3,5 y 4,2 millones de pesos en publicidad pagada para alcanzar hasta 12,5 millones de impresiones. Esta red de "pink slime journalism" fabrica consenso donde hay conflicto, presentando el extractivismo como destino patriótico mientras silencia las voces disidentes en audiencias públicas controladas por patotas sindicales.
Mientras el mundo enfrenta un exceso de oferta de gas natural licuado y analistas advierten sobre la "destrucción de la demanda", Argentina sacrifica uno de sus ecosistemas más valiosos por proyectos que podrían quedar obsoletos antes de empezar. Las comunidades costeras, armadas sólo con su memoria ancestral y alianzas con organizaciones ambientales, libran una batalla desigual contra corporaciones que reescriben identidades y normalizan la destrucción. Su lucha no es sólo por el mar, sino por el derecho a decidir qué desarrollo merece un territorio que ya sabe lo que es ser zona de sacrificio.