| ★ POLÍTICA |
(★) México.-Mientras el mundo se ahoga en discursos verdes, las comunidades rebeldes señalan al verdadero culpable.
A 32 años del levantamiento zapatista, el enigma persiste pero la claridad ideológica brilla con fuerza. En los territorios autónomos de Chiapas, donde la pobreza estructural sigue marcando la vida cotidiana pese al discurso morenista, emerge una crítica contundente: el cambio climático no es accidente, sino consecuencia directa del "capitalismo salvaje". Académicos y bases zapatistas coinciden en que este sistema depredador empuja al planeta hacia un punto de no retorno, profundizando crisis que las comunidades indígenas llevan décadas resistiendo.
La paradoja zapatista se agudiza. Con el envejecimiento de Marcos y otros dirigentes históricos y el reemplazo de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas por Gobiernos Autónomos Locales, la esencia anticapitalista se fortalece. El movimiento mantiene distancia radical con el gobierno de Morena, rechazando megaproyectos extractivistas como el Tren Maya y la autopista Palenque-San Cristóbal. Su demanda central sigue siendo el reconocimiento constitucional de la autonomía planteada en los Acuerdos de San Andrés, incumplidos sistemáticamente.
La nueva estructura comunitaria enfrenta desafíos monumentales. El aislamiento económico y político en un estado rural como Chiapas, donde las distancias entre comunidades son enormes, se complica con una organización descentralizada. La migración juvenil por falta de tierras y trabajo, las limitaciones educativas y la vulnerabilidad en comunidades apartadas tensionan la sustentabilidad autónoma. Sin embargo, la resistencia persiste frente a lo que Marcos cuestionó retóricamente: "¿Ustedes creen que las comunidades zapatistas se van a amedrentar por el silencio, las calumnias, las redes sociales, el crimen desorganizado, la Guardia Nacional, el Ejército federal...?".
La conexión entre lucha territorial y crisis climática se hace explícita en los análisis zapatistas. Cuando el capitalismo global acelera el colapso ambiental, las comunidades organizadas muestran que otro mundo es posible desde la autonomía y la defensa de los bienes comunes. Su crítica no es abstracta: nace de décadas enfrentando despojo, militarización y olvido estatal. El futuro del zapatismo, envuelto en incertidumbre como la identidad de Marcos, mantiene viva una verdad incómoda: no habrá justicia climática sin justicia social, ni solución ambiental dentro del capitalismo que devora todo a su paso.
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