| ★ POLÍTICA | NO AL EXTRACTIVISMO |
(★) Argentina.- La provincia vuelve a movilizarse ante el avance extractivista que amenaza su futuro hídrico.
La memoria colectiva mendocina no olvida. Desde que la Legislatura provincial aprobó los proyectos megamineros impulsados por el gobierno de Alfredo Cornejo, con el respaldo explícito de Javier Milei, las calles se convirtieron en territorio de resistencia. Este martes, miles de vecinos, asambleístas y estudiantes volvieron a tomar el kilómetro cero y las arterias principales de la capital, desplegando una marea humana que coreaba con firmeza: "El agua de Mendoza no se negocia". La movilización reunió delegaciones del Valle de Uco, del sur mendocino y hasta de Uspallata, demostrando que el rechazo al extractivismo atraviesa toda la geografía provincial.
La protesta tuvo un componente emocional adicional con la liberación de los hermanos Renzo y Facundo Gollano, detenidos durante el operativo represivo del 11 de diciembre. Su excarcelación llegó en pleno desarrollo de la marcha, alimentando la convicción de que la lucha colectiva puede torcer incluso los mecanismos judiciales. Las banderas de la Asamblea Interfacultades se mezclaron con pancartas artesanales, y estudiantes secundarios/universitarios reforzaban el carácter intergeneracional de esta resistencia que ya lleva semanas sin tregua.
Lo que comenzó como rechazo al proyecto San Jorge se transformó en un movimiento transversal que cuestiona el modelo de desarrollo impuesto desde arriba. Ruidazos en el kilómetro cero, cortes en la Ruta 0 de General Alvear y asambleas en pueblos remotos configuran un mapa de desobediencia civil que el poder político subestima a su propio riesgo. La defensa de la Ley 7722, ese símbolo histórico de protección ambiental, se mantiene como bandera irrenunciable frente a los intentos de vaciarla de contenido.
La megaminería no es solo un debate técnico sobre métodos de extracción; es una disputa civilizatoria sobre qué futuro queremos construir. El gobierno provincial y nacional apuestan al cortoplacismo extractivista, en cambio las asambleas populares defienden el agua como bien común, como derecho humano fundamental, como herencia para las generaciones venideras. Esta lucha, que hoy tiñe de esperanza las calles mendocinas, nos recuerda que los pueblos organizados siguen siendo la última trinchera contra el saqueo.
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