miércoles, 19 de noviembre de 2025

LA PATAGONIA COMO BOTÍN GEOPOLÍTICO

| ★ CHILE |

(★) Chile.- Cuando la derecha pinochetista se viste de nacionalismo para disputar territorios que nunca fueron suyos, el mapa se convierte en arma de guerra simbólica. 

José Antonio Kast —ese candidato chileno y pinechotista que llega al balotaje con casi 24% de los votos— ha construido su carrera política sobre la demonización del vecino, transformando la diplomacia en campo de batalla y la Patagonia en trofeo colonial. Su tuit del 25 de julio de 2020 donde acusa a Argentina de "robar territorio" no es un desliz, sino la punta de lanza de un proyecto que busca reescribir la historia con la tinta del conflicto. Detrás de esta retórica beligerante se esconde Jorge Guzmán, académico especializado en fogonear hipótesis de conflicto limítrofe, quien sostiene que "el Derecho, la historia, la geografía y las ciencias geográficas están de nuestro lado" —una afirmación que desconoce deliberadamente los tratados internacionales y la voluntad pacífica de los pueblos.
Kast acumula posturas reaccionarias: apoyo explícito a la dictadura de Pinochet, alianza con Bolsonaro, oposición al matrimonio igualitario y al aborto incluso en casos de violación. Su nacionalismo agresivo funciona como cortina de humo para un programa que beneficia a las élites extractivistas que sueñan con los recursos de la Antártida y la Patagonia. Según el exembajador Rafael Bielsa, estas expresiones xenófobas están "perfectamente registradas, archivadas, leídas y estudiadas". Los datos muestran que Kast nunca borró el tuit acusatorio, manteniendo viva la llama del conflicto mientras prepara su asalto al poder.
¿Quiénes ganan con esta retórica beligerante? Las corporaciones que ven en los territorios disputados nuevas fronteras de explotación. ¿Quiénes pierden? Los pueblos originarios que habitan esas tierras desde tiempos inmemoriales, las comunidades fronterizas que construyen puentes culturales, y la frágil paz regional que tanto costó construir después de dictaduras sangrientas. El silencio oficial chileno ante estas provocaciones revela una complicidad peligrosa.
La contrahegemonia late en las organizaciones mapuches que resisten el extractivismo transnacional, en los movimientos sociales que tejen solidaridad binacional, en la memoria viva de quienes sufrieron el terrorismo de Estado. Frente al nacionalismo de cartón que convierte vecinos en enemigos, ¿acaso la verdadera soberanía no reside en los pueblos que comparten aguas, montañas y sueños?