martes, 11 de noviembre de 2025

LULA DESAFÍA EN LA COP30: VERDAD CLIMÁTICA Y JUSTICIA ANTI-COLONIAL DESDE EL CORAZÓN DE LA SELVA

| ★ INTERNACIONAL |

(★) Brasil.- El presidente brasileño inaugura la cumbre en Belém con un discurso combativo contra el negacionismo ecológico y el racismo ambiental, exigiendo que la Amazonía deje de ser territorio de saqueo para convertirse en espacio de reparación histórica.

BELÉM, 10 DE NOVIEMBRE DE 2025
El clamor de la floresta se hizo voz oficial. Desde el púlpito de la COP30, en la periferia de la Amazonía que el colonialismo saqueó durante siglos, Lula Da Silva decidió nombrar al enemigo sin eufemismos. Exigió una “COP de la verdad” para desnudar las mentiras que los poderosos tejen sobre la crisis climática. Su objetivo era claro: confrontar a los negacionistas que, desde el norte global y las oligarquías locales, prefieren proteger ganancias antes que vidas.
El presidente brasileño apuntó sin miramientos a la extrema derecha internacional. Mencionó implícitamente a Donald Trump, al argentino Javier Milei y al bolsonarismo brasileño como ejemplos de una necropolítica que usa algoritmos y redes para sembrar odio y desinformación. Para Lula, estos actores no sólo niegan la ciencia: reproducen la lógica colonial de quienes deciden quiénes viven y quiénes mueren. El reciente huracán Melissa en el Caribe y el tornado devastador en Paraná son pruebas vivas de una crisis que no espera por acuerdos protocolares.
La justicia climática fue el eje conductor. Lula denunció el racismo ambiental como herramienta estructural de opresión, recordando que el calentamiento golpea con saña a comunidades negras, indígenas, migrantes y mujeres. Este no es un accidente: es el diseño de un sistema que distribuye las externalidades del extractivismo hacia los territorios más vulnerables. En esta línea, el presidente anunció el Fondo de Bosques Tropicales Para Siempre, que ya captó 5,5 mil millones de dólares, aunque advirtió que la meta de 1,3 billones necesaria es apenas la mitad de lo que el mundo gastó en guerras durante 2024.
El llamado a la acción tiene tres patas. Primero: cumplir los compromisos ya firmados. Sólo 70 países presentaron contribuciones nuevas, y los avances apenas alcanzan el 30% necesario para evitar superar los 1,5 grados. Segundo: acelerar la transición energética con una gobernanza global que obligue a las corporaciones y potencias contaminantes a pagar su deuda ecológica histórica. Tercero: poner a las personas en el centro, reconociendo que la demarcación de territorios indígenas en Brasil —más del 13% del país— es quizás lo único que frena la destrucción.
La elección de Belém como sede no fue ornamental. Lula enfrentó críticas internacionales sobre infraestructura precaria y precios desorbitados, pero insistió: realizar la COP aquí es demostrar que la voluntad política puede vencer las barreras del abandono colonial. La Amazonía no es un parque temático del norte: es casa de 50 millones de personas y 400 pueblos originarios que los acuerdos globales suelen invisibilizar.
Para cerrar, evocó al chamán yanomami Davi Kopenawa, quien dice que el pensamiento en la ciudad es oscuro y confuso, obstruido por el rugido de los coches y el ruido de las máquinas. La COP30, entonces, debe ser el espacio donde la serenidad de la selva inspire decisiones que el capitalismo no quiere tomar.