miércoles, 5 de noviembre de 2025

CUBA: LA RESILIENCIA COLECTIVA FRENTE A LA FURIA CLIMÁTICA

| ★ CUBA |

(★)Cuba.- Cuba despliega su maquinaria solidaria mientras el huracán Melissa deja al descubierto las vulnerabilidades estructurales generadas por el bloqueo genocida.

El paso devastador del huracán Melissa por el oriente cubano revela la crudeza de la crisis climática que azota con particular ferocidad a los territorios del Sur global. Mientras el capitalismo depredador acelera el calentamiento planetario, pueblos como el cubano enfrentan consecuencias desproporcionadas con recursos limitados por seis décadas de bloqueo económico genocida impuesto por EEUU y sus cipayos. La respuesta estatal, encabezada por el Consejo de Defensa Nacional, evidencia una organización social que prioriza la protección humana sobre la ganancia privada, movilizando todos los recursos disponibles hacia las provincias más afectadas.

El impacto en las comunidades populares es demoledor: 120.000 personas permanecen evacuadas, 1.552 centros educativos dañados y más de 300 transformadores eléctricos destruidos sólo en la región oriental. Las cifras de restablecimiento de servicios básicos muestran desigualdades territoriales profundas: mientras Las Tunas recupera el 94,5% de la electricidad, Holguín apenas alcanza el 40,5%. El acceso al agua potable presenta brechas aún mayores, con Granma al 30% de normalización y municipios como Palma Soriano y Contramaestre en situación crítica. Estas disparidades reflejan históricas asimetrías de desarrollo que los fenómenos climáticos extremos agudizan.

La experiencia cubana demuestra que la organización colectiva y la disciplina social son antídotos eficaces contra la catástrofe. La integración de las Fuerzas Armadas con el sistema de Defensa Civil y las estructuras comunitarias ha creado lo que el general Roberto Legrá denominó "un puño indetenible" para proteger vidas. Mientras el capitalismo verde mercantiliza las soluciones climáticas, Cuba muestra que la resiliencia verdadera se construye desde abajo, con solidaridad concreta -como los más de 3.000 granmenses acogidos en Las Tunas- y una planificación que pone los recursos al servicio de las mayorías. El desafío ahora es convertir estas lecciones en políticas permanentes que fortalezcan la soberanía alimentaria, energética y territorial frente a la crisis climática que el capital nos impone.