| ★ CULTURA |
(★).-A cuarenta y cuatro años de su muerte, Georges Brassens permanece como faro cultural cuya vigencia desafía el paso del tiempo. El cantautor francés construyó una obra monumental que trascendió la mera canción para convertirse en crónica poética de los desheredados, los rebeldes y los amantes libres. Su guitarra pulsada con delicadeza de artesano acompañaba letras que destilaban ironía, ternura y una profunda humanidad.
Brassens elevó a categoría estética la vida de los marginados por la moral burguesa. En "La Mauvaise Réputation" o "Le Gorille", desnudó con fino humor las hipocresías de una sociedad que condenaba mientras practica el doble estándar. Su anarquismo elegante no necesitaba de proclamas estridentes: bastaba con mostrar la dignidad de los excluidos, la sabiduría de los humildes, la nobleza de los que viven al margen de las convenciones.
Su estética transformadora se manifestaba en la celebración del amor libre, en la defensa de los animales, en la solidaridad con los perseguidos. Cada canción era un manifiesto anticapitalista que privilegiaba los valores humanos sobre el lucro, la autenticidad sobre las apariencias. Como señala un análisis de Almargen, "Brassens musicalizó la resistencia cotidiana contra la opresión del conformismo".
Hoy, cuando el individualismo mercantilizado amenaza con vaciar nuestras existencias, la herencia de Brassens nos recuerda que otra vida es posible: una donde la poesía habite las calles, donde la rebeldía se cante con suavidad, donde la belleza florezca en los márgenes del sistema. Su legado perdura como testimonio de que el arte verdadero siempre será subversivo.