| ★ OPINIÓN |
(★).-Mientras las élites financieras sellan pactos en los salones del poder, la historia verdadera sigue latiendo en otro lado: en las calles, en las asambleas, en los sindicatos y en los territorios donde la gente se organiza para sostener la vida. Frente al avance del capital extranjero y el vaciamiento de la soberanía nacional, el pueblo vuelve a demostrar que la política no se agota en las instituciones ni en los discursos presidenciales. La presencia de los grandes bancos en el corazón del Estado no puede enfrentarse solo con indignación: se enfrenta con organización, con comunidad y con memoria. Las experiencias colectivas que emergen desde abajo —cooperativas, movimientos de trabajadores, redes de economía popular— son la prueba de que existe otra forma de gobernar: una que no responde a los mercados, sino a las necesidades reales de la gente. En tiempos donde se pretende entregar los recursos del país a cambio de “confianza”, el desafío es recuperar la confianza entre nosotros. Volver a reconocernos como protagonistas del destino común, construir poder popular, y recordar que ningún decreto ni banquero puede decidir por un pueblo que se organiza, se levanta y dice: la patria no se vende, se construye.