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(★) Paraguay.- Redes criminales organizan un sistema de producción ilegal de cigarrillos basado en la explotación extrema de trabajadores migrantes paraguayos, en condiciones que las autoridades califican como "esclavitud total".
Una investigación periodística brasileña reveló un complejo sistema de acumulación capitalista basado en la privación de derechos laborales más elementales. Las llamadas "fábricas clandestinas" o "buracos" operan en territorio brasileño produciendo cigarrillos con marcas que simulan ser paraguayas, pero que en realidad se fabrican en condiciones de total ilegalidad y explotación humana.
El mecanismo de extracción de plusvalía alcanza niveles extremos: trabajadores paraguayos son reclutados con promesas salariales que cuadruplican lo que ganarían en su país, pero terminan sometidos a un régimen de encierro absoluto. Según la fiscala paraguaya Vivian Coronel, se trata de "un régimen de esclavitud total" donde los trabajadores son despojados de sus documentos, no pueden comunicarse con sus familias, y desarrollan todas sus actividades vitales -dormir, comer, trabajar- en el mismo espacio insalubre.
La mercantilización de la vida alcanza su expresión más brutal en estas instalaciones, donde las jornadas laborales se extienden hasta 24 horas mediante turnos continuos, sin contratos ni protección alguna. Las condiciones ambientales incluyen temperaturas extremas y ausencia de equipos básicos de seguridad, configurando un escenario donde el cuerpo del trabajador se convierte en mera herramienta de producción.
Entre 2007 y 2025, las autoridades brasileñas desmantelaron 76 de estas fábricas clandestinas distribuidas en estados como Río de Janeiro, Pernambuco, Minas Gerais y São Paulo. En un operativo reciente en tres ciudades paulistas fueron detenidos 25 hombres, 18 de ellos paraguayos, confirmando el peso específico de esta nacionalidad en la mano de obra explotada.
El fenómeno representa una reconfiguración del contrabando tradicional: mientras Paraguay produce anualmente 45 billones de cigarrillos -siete veces su demanda interna-, las máquinas en desuso de las tabacaleras paraguayas fueron trasladadas a Brasil para abastecer esta red clandestina. Así, el capital encuentra nuevas formas de acumulación mediante la relocalización productiva hacia territorios con menor control estatal.
La fiscalía paraguaya identifica la necesidad económica como factor determinante que empuja a aceptar estas condiciones, aunque algunos son engañados sobre la naturaleza real del trabajo. Sin embargo, las investigaciones enfrentan el obstáculo del silencio de las víctimas, que suelen no colaborar por miedo a represalias.
Testimonios recogidos revelan que incluso cuando una planta es cerrada, al cabo de un mes surge otra, evidenciando la capacidad de recomposición del capital criminal. Un trabajador que logró escapar afirmó que "la libertad no tiene precio", contrastando con los altos salarios ofrecidos que encubren relaciones laborales basadas en la coacción y el temor.
Este sistema de producción ilegal no sólo explota mano de obra migrante, sino que también representa un riesgo sanitario para los consumidores, ya que los productos presentan niveles de alquitrán y nicotina superiores a los permitidos. La acumulación por despojo encuentra su expresión en una pluralidad de dimensiones: despojo de derechos laborales, expropiación de la salud de los trabajadores y engaño al consumidor final.