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(★) Brasil.- Miles de voces se alzan en Belém contra las falsas soluciones y exigen justicia climática real.
La Amazonía brasileña se convirtió este fin de semana en el epicentro de una rebelión climática que sacude los cimientos de la diplomacia ambiental global. Mientras dentro del recinto oficial de la COP30 se negocian acuerdos entre gobiernos y corporaciones, afuera, en las calles de Belém, 70 mil personas marcharon con una claridad contundente: las soluciones de mercado no salvarán el planeta.
La Marcha Global por la Justicia Climática desbordó las calles de la ciudad amazónica con una energía que contrasta con la lentitud burocrática de las negociaciones oficiales. Según las organizaciones, cerca de 30 mil manifestantes recorrieron cinco kilómetros hasta llegar a las puertas mismas donde se desarrolla la trigésima cumbre climática de la ONU.
El mensaje era inequívoco: rechazo total a las "falsas soluciones" que dominan la agenda oficial. Los mercados de carbono, la bioeconomía sin control comunitario y otras estrategias de compensación fueron señaladas como mecanismos diseñados para que las naciones industrializadas y las grandes corporaciones eludan su responsabilidad histórica en la crisis climática.
Esta movilización masiva representa la voz de quienes han sido sistemáticamente excluides de los espacios de decisión: pueblos originarios, comunidades tradicionales, movimientos sociales y organizaciones de base que llevan décadas resistiendo al extractivismo depredador. Su presencia en Belém no es casual: la Amazonía simboliza tanto el territorio en disputa como la esperanza de un modelo alternativo.
La Cumbre de los Pueblos, como se denomina este contrapunto a las cumbres oficiales, emerge como el espacio donde la sociedad civil global articula sus demandas fundamentales: financiamiento real para la adaptación, transición energética justa y eliminación inmediata de la dependencia de combustibles fósiles, especialmente en la región amazónica.
Mientras los gobiernos negocian declaraciones y acuerdos que suelen diluirse en el tiempo, los manifestantes preparan la entrega de una carta al presidente de la COP30 con reivindicaciones concretas: reconocimiento del saber ancestral indígena en las políticas climáticas y medidas efectivas para mitigar las emisiones que calientan el planeta.
La marcha en Belém demuestra que la verdadera fuerza transformadora no está en los salones climatizados de la diplomacia internacional, sino en las calles, en los territorios, en las comunidades que resisten día a día al modelo depredador. Como bien lo expresaron les manifestantes: "La respuesta somos nosotres".