| ★ OPINIÓN |
(★).-Una pregunta que atraviesa los debates políticos de Nuestra América Latina: ¿Cómo es posible que las mayorías populares terminen apoyando con su voto a quienes las condenan a la miseria?
LA A FÁBRICA DEL CONSENTIMIENTO
No se trata de "ignorancia" popular -esa explicación clasista y despectiva que repiten las élites-. El fenómeno es más complejo y estructural. Los sectores dominantes han perfeccionado un aparato de dominación cultural que opera como una tenaza sobre la conciencia de clase.
Por un lado, los medios hegemónicos construyen sentido común a diario: demonizan las luchas populares, criminalizan la protesta social y presentan como "sentido común" políticas que benefician exclusivamente al gran capital. Por otro, el sistema educativo -en su mayoría- reproduce las lógicas del pensamiento único, formando sujetos dóciles antes que ciudadanos críticos.
LA RELIGIÓN DEL MERCADO
El neoliberalismo no es sólo un modelo económico -es una religión secular que ha colonizado el sentido común-. Nos han convencido de que "no hay alternativa", que los recortes son "necesarios" y que la pobreza es culpa de quien no se "esfuerza" lo suficiente. Esta ideología individualista socava la solidaridad de clase y fragmenta las resistencias.
LAS MIGAJAS DEL PODER
Los sectores populares no son tontos -saben que el sistema los oprime-. Pero en contextos de extrema vulnerabilidad, cualquier política asistencial -por mínima que sea- puede significar la diferencia entre comer o no. Los gobiernos conservadores han aprendido a administrar la pobreza con planes sociales que funcionan como anestesia social: calman el hambre inmediato mientras profundizan el modelo de dependencia.
EL MIEDO COMO HERRAMIENTA
La derecha ha perfeccionado el arte del terror psicológico colectivo. Amenazan con "caos", "hiperinflación" o "aislamiento internacional" si no se aplican sus recetas. Frente al miedo a perder lo poco que se tiene, muchos optan por "lo malo conocido".
LA BATALLA CULTURAL PENDIENTE
La izquierda ha descuidado durante décadas la lucha en el terreno de la subjetividad. Mientras la derecha construye relatos simples y emocionales, nosotros ofrecemos discursos complejos y academicistas. Urge recuperar la pedagogía popular, construir medios comunitarios y disputar el sentido común en cada territorio.
La paradoja del voto popular no se resuelve culpabilizando a las víctimas -se supera construyendo poder popular desde abajo, con paciencia histórica y sin atajos vanguardistas-. El camino es largo, pero es el único que conduce a la verdadera emancipación.