| ★ ARGENTINA |
(★)Argentina.-Elecciones en la Central General de Trabajadores (CGT). La dirigencia cegetista se prepara para negociar con el gobierno e intenta transferir responsabilidades a la base trabajadora. Nueva elección interna sin opciones que representen las necesidades de trabajadores en el contexto de crisis que vive el país.
La Confederación General del Trabajo atraviesa una crisis profunda que refleja la desconexión entre la cúpula sindical y las necesidades reales de la clase trabajadora. El gobierno avanza con su ofensiva para precarizar las condiciones laborales, y la conducción cegetista continúa debatiéndose entre una resistencia discursiva y una práctica conciliadora que históricamente ha beneficiado a los sectores patronales.
EL ESPEJISMO DEL CONFLICTO
Desde la sede de Azopardo, los representantes sindicales emiten declaraciones combativas que contrastan con su falta de participación y organización de manifestaciones en las que se discutan medidas lesivas para los derechos laborales. La amenaza de medidas de fuerza suena hueca cuando proviene de quienes durante años han firmado convenios que flexibilizan condiciones de trabajo y reducen conquistas históricas.
La disputa por la conducción que se definirá esta semana no representa una verdadera alternativa para las trabajadoras y trabajadores. Se trata de una pulseada entre facciones burocráticas por el control de recursos y representación, donde ambas vertientes comparten un mismo ADN: la burocratización y el alejamiento de las bases.
LA ESTRATEGIA DE LA CULPABILIZACIÓN
Lo más preocupante es cómo la dirigencia sindical está preparando el terreno ideológico para justificar su futura capitulación. En diversos lugares de trabajo circulan mensajes que responsabilizan directamente a los trabajadores por las consecuencias de la reforma laboral, sugiriendo que su voto en las urnas legitima el desmantelamiento de derechos.
Esta narrativa constituye una confesión explícita de la traición burocrática: transfieren la responsabilidad de la ofensiva patronal hacia la base trabajadora, como si la defensa de derechos dependiera de decisiones electorales y no de la organización y movilización colectiva. Es el mismo discurso que durante décadas ha servido para justificar congelamientos salariales y acuerdos lesivos.
EL SINDICALISMO COMO GERENCIA PATRONAL
La historia reciente demuestra que esta burocracia viene entregando conquistas laborales desde hace años. En sectores como la alimentación, se han firmado convenios que extienden jornadas sin compensación adecuada. En gremios de servicios, se negocian mecanismos que eliminan indemnizaciones tradicionales. En la industria automotriz, se aceptan regímenes que incorporan días no laborables como parte de la jornada normal.
Estos no son casos aislados sino la expresión de un modelo sindical que se ha fusionado con los intereses del capital. Cuando los dirigentes se convierten en empleadores de las mismas empresas que tercerizan mano de obra, o cuando reprimen luchas por derechos laborales básicos, están defendiendo sus negocios particulares por encima de los intereses de la clase trabajadora.
LA CRISIS DE LEGITIMIDAD
La realidad muestra que casi la mitad del trabajo en Argentina se desarrolla en condiciones de informalidad o precariedad extrema. Esta situación plantea preguntas incómodas sobre la representatividad real de estructuras sindicales que negocian derechos para quienes ya los tienen, mientras millones carecen de protección laboral básica.
El desencanto que lleva a sectores trabajadores a apoyar propuestas políticas regresivas no surge del vacío. Es el resultado de años de dirigencia vertical, de prácticas clientelares en los lugares de trabajo, de negociaciones a espaldas de las bases y de abandono de la lucha como método de defensa colectiva.
CONSTRUYENDO DESDE ABAJO
Frente a esta crisis de representación, la respuesta no puede venir de esperar que la burocracia se reforme a sí misma. Se vuelve necesaria la construcción desde las bases fuertes: asambleas democráticas, coordinación horizontal entre sectores, comités autónomos que respondan directamente a las necesidades de quienes trabajan. La defensa efectiva de derechos laborales no puede delegarse en estructuras que han demostrado su complicidad con el modelo de precarización. El poder colectivo se construye desde abajo, con participación directa y control de las decisiones por parte de quienes sufren las consecuencias de las políticas antisindicales.