| ★ INTERNACIONAL |
(★) Internacional.- ¿Acaso el fascismo trumpista no comprende que sus agresiones forjan la unidad de los pueblos?
La ofensiva imperialista de Donald Trump contra América Latina ha desatado una contraofensiva histórica que está reconfigurando el mapa político continental. Las provocaciones del gobierno estadounidense, lejos de debilitar a los gobiernos progresistas, han catalizado un proceso de reagrupamiento y radicalización de las fuerzas populares.
En Venezuela, Nicolás Maduro convoca a una "vigilia y marcha permanente de defensa" frente a las amenazas militares de Estados Unidos. La movilización cívico-militar responde a los ejercicios conjuntos entre Trinidad y Tobago y EE.UU., que Caracas denuncia como una provocación directa. Maduro advierte que estas acciones no sólo amenazan a Venezuela sino a "toda América" y representan un resurgimiento de posturas "nazi-fascistas" en la política exterior estadounidense.
Mientras tanto, en Brasil, Lula da Silva enfrenta con firmeza los aranceles punitivos de Trump, declarando que "Brasil no será tutelado por nadie". La respuesta popular ha sido contundente: manifestaciones multitudinarias superaron ampliamente a las convocadas por la derecha bolsonarista. Este enfrentamiento ha revitalizado la base del Partido de los Trabajadores y llevó a Lula, de 80 años, a anunciar su reelección para 2026.
La estrategia trumpista ha demostrado ser un boomerang político. En lugar de aislar a los gobiernos de la Marea Rosada, ha generado una convergencia sin precedentes que incluye desde sectores de izquierda radical hasta figuras del centro político. En Venezuela, incluso opositores moderados como Henrique Capriles y Manuel Rosales han respaldado el llamado de Maduro al diálogo nacional frente a la agresión estadounidense.
La contrahegemonía se construye en las calles y en la articulación regional. El Foro de São Paulo, fundado por Lula en 1990, retoma su papel aglutinador frente al intervencionismo. Mientras Trump resucita la Doctrina Monroe, los pueblos responden con el "Consenso de Nuestra América", un proyecto alternativo al neoliberalismo que defiende la soberanía y la integración regional.
La derecha latinoamericana que apostó su futuro a Trump -como Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil y Uribe en Colombia- enfrenta el repudio popular. El nacionalismo antiimperialista resurge como bandera unificadora, demostrando que el "internacionalismo" de la derecha trumpista es incompatible con las aspiraciones soberanas de los pueblos.
La resistencia se organiza: desde las movilizaciones bolivarianas en Venezuela hasta la campaña de Petro en Colombia por una asamblea constituyente, pasando por el sorprendente avance de la comunista Jeannette Jara en Chile. El imperialismo yanqui, en su decadencia hegemónica, no hace más que acelerar su propia irrelevancia mientras fortalece la unidad de quienes luchan por una América Latina libre y soberana.