| ★ LATINOAMÉRICA |
(★).-Golpes blandos, sanciones criminales y guerra económica: el manual yanqui para derrocar gobiernos populares. Y sin embargo, la Revolución resiste.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder, Wall Street ya tenía el plan listo: domarlo o eliminarlo. Lo intentaron todo. El golpe de abril de 2002 -transmitido en vivo por la pantallas cómplice de Venevisión- duró apenas 48 horas porque el pueblo en la calle y los soldados leales lo revirtieron. Luego vino el paro petrolero de 2002-2003, un sabotaje económico que buscaba estrangular al país. Pero cada ataque fortaleció a la Revolución: limpiaron PDVSA de gerentes traidores y demostraron que la burguesía local prefiere hundir el país antes que perder sus privilegios.
Las cifras son elocuentes: las sanciones ilegales de Obama y Trump bloquearon el 95% de los ingresos en divisas. ¿El resultado? Medicinas que no llegan, alimentos retenidos en puertos extranjeros, una inflación inducida que erosiona salarios. Es la guerra híbrida en su máxima expresión: no invaden con marines, pero matan con papeles firmados en Washington. Mientras, la oposición criolla -esa que solo gana cuando no vota el pueblo- se frota las manos esperando las migajas del imperio.
Pero aquí está la clave que Washington nunca entendió: cada cerco fortalece la inventiva popular. Las comunas producen lo que el bloqueo quiere impedir, la milicia bolivariana crece en los barrios y las alianzas con China y Rusia rompen el monopolio yanqui. Ahora Trump vuelve con sed de venganza, pero se encuentra con un pueblo que lleva 25 años entrenándose para esta batalla. La advertencia de Bolívar sigue vigente: "El valor y la habilidad, ..., suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aún superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia a un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”.