domingo, 27 de julio de 2025

LA IRRACIONALIDAD COMO VEHÍCULO DE LA LEGITIMACIÓN POLÍTICA

(★).- La política y la sociedad contemporáneas enfrentan una crisis de la razón, en parte promovida deliberadamente por ciertos actores cuyo objetivo es simplificar escenarios complejos y presentarlos bajo narrativas emocionales que evaden el análisis racional. La irracionalidad aparece entonces no solo como falta de lógica, sino como un mecanismo funcional para crear relatos que apelan directamente a los sentimientos —miedo, odio, resentimiento, esperanza— disfrazados de verdades incontrovertibles.
En este sentido, teorías políticas y sociales sustentadas en la irracionalidad logran construir identidades colectivas a partir de la exclusión de “enemigos internos” o “chivos expiatorios”, generando un fuerte sentido de pertenencia y diferenciación. Por ejemplo, la demonización sistemática de elites, minorías o adversarios políticos no solo moviliza emociones negativas, sino que justifica políticas de confrontación y represión bajo el supuesto mandato moral de “defender al pueblo” o “recuperar la soberanía”.
La Escuela de Frankfurt enfatizó cómo la emoción es una dimensión central en la experiencia política, capaz de sobrepasar y en ocasiones anular la reflexión crítica. Movimientos como "La Libertad Avanza" explotan esta característica al construir discursos que apelan a la frustración acumulada, la inseguridad y el sentido de injusticia, entregando respuestas sencillas y emocionales ante problemas estructurales complejos.
Al legitimar discursos basados en la figura del líder mesiánico, la emoción se convierte en fuerza expansiva: la identificación afectiva con la autoridad se traduce en adhesión acrítica y lealtad casi religiosa. Esta emocionalidad no invita a la reflexión ni al diálogo plural, sino a la polarización, la simplificación y la sospecha hacia la diferencia.
Recurrir a la irracionalidad y la emoción para fundamentar teorías políticas presenta serios riesgos para la convivencia social. Primero, debilita los espacios de deliberación abierta, el método científico y el pensamiento crítico, pilares de sociedades justas y equitativas. Segundo, profundiza la fragmentación social al promover discursos excluyentes, estigmatizantes y que buscan al “enemigo” como responsable único de las problemáticas colectivas.
Además, esta estrategia puede facilitar el avance de formas autoritarias o incluso totalitarias, como predijeron los frankfurtianos, al cuadrar el consenso social bajo la manipulación de sentimientos y la sumisión a líderes carismáticos, en lugar de bajo acuerdos informados y democráticos.
Superar la tentación de lo irracional y fortalecer la razón y la crítica es un desafío decisivo para el presente. La Escuela de Frankfurt nos recuerda que no basta con denunciar estas dinámicas; es fundamental construir espacios educativos, culturales y mediáticos que fomenten el análisis complejo, la empatía plural y la memoria histórica.
Solo a través de un compromiso colectivo con la reflexión crítica se puede resistir la seducción de los discursos emocionales y simplistas, evitando que se conviertan en vehículos de exclusión, autoritarismo y regresión social.